

El resultado del 7 de septiembre en la provincia de Buenos Aires fue un balde de agua fría para La Libertad Avanza. La contundente victoria de Fuerza Patria, con Axel Kicillof como capitán indiscutido de la campaña, abrió un período de duelo y necesaria introspección en el espacio libertario.
Sin embargo, en lugar de un examen de fondo, lo que surgió de uno de sus programas estrellas fue un ejercicio de autoengaño digno de estudio.
Sumidos en una notable “tristeza y pesimismo”, los panelistas intentaron hilar una teoría que les permita mirar con optimismo las elecciones legislativas nacionales del 26 de octubre.
La premisa es simple: si Kicillof fue el gran artífice del triunfo, su lógica interna lo llevaría a no repetir el esfuerzo. ¿La razón? Evitar que otros referentes peronistas, como Jorge Taiana o Juan Grabois —que encabezan las listas de octubre—, cosechen un éxito similar y le disputen el título de candidato natural a presidente en 2027.
El razonamiento, expuesto con la convicción de quien descubre una verdad oculta, fue este: “Si ahora… Grabois, que va tercero en la lista, la Cámpora, Taiana, sacan 13 puntos de diferencia de vuelta en octubre esa ventaja que sacó Kicillof de haber ganado por 13 puntos, se anula… porque es Fuerza Patria que con la Cámpora y Taiana, también saca 13 puntos de diferencia”.
En su imaginario, Kicillof preferiría que su espacio pierda (o gane por menor margen) para poder decir: “¿Vieron? Esto en realidad no es algo de Fuerza Patria, es algo personal mío”.
Luego de la paliza electoral en la Provincia de Buenos Aires, una usuaria de Quilmes despotricó contra su distrito al que desprecia pero al que pertenece. Las redes se encargaron de recordárselo
La elucubración, presentada como una advertencia —“Ojo que mismo Kicilloff no los vaya a dormir, boludo, a los de la Cámpora”—, es un compendio de “wishful thinking” (formación de ideas, creencias o la toma de decisiones en función de lo que a una persona le gustaría creer o le generaría felicidad imaginar, en lugar de apelar a la evidencia, la racionalidad o la realidad), y un profundo desconocimiento de la mecánica peronista.
Asume que el Gobernador, un político formado en la arena más dura, priorizaría una supuesta pulseada interna mezquina por sobre la necesidad estratégica de consolidar una victoria a nivel nacional que debilite al oficialismo libertario.
La teoría peca de una visión naif y fragmentada de la política. Confunde la natural ambición presidencial de Kicillof —único punto en el que podrían tener razón— con una actitud egoísta y destructiva.
Lejos de “quitarle el cuerpo”, lo lógico y esperable es que el Gobernador se involucre para capitalizar el momentum y demostrar que el triunfo del 7-S no fue un hecho aislado, sino la demostración de una fuerza que él puede conducir más allá de la provincia.
El argumento libertario, forzado y “amañado”, como bien se describe, es un mecanismo de defensa. Es la necesidad de convertir una derrota aplastante en una esperanza: “si el rival se divide, quizás nosotros tengamos una chance”.
Es un espejo de sus propias dinámicas internas, proyectadas sobre el adversario. Conocer la personalidad de Kicillof —un estratega que construye poder desde la unidad de su espacio y la victoria colectiva— basta para desmontar esta fantasía. La realidad, como suele ocurrir, suele ser mucho menos novelesca y más contundente que los deseos de sus detractores.