

La Rambla Municipal se llenó de celeste y blanco, como tantos otros puntos caracaterísitcos del país, como el Obelisco o el Monumento a la Bandera. La grieta despareció y el fútbol volvió a unir a la gente como solo el fútbol sabe hacerlo. Y eso es mérito de Lionel Messi y otros 25 guerreros -tal como los definió Nicolás Otamendi- que le regalaron al puenlo argentino otro festejo. Y van por más.
Minutos después del pitazo final, que posicionó a la Selección nacional entre los dos mejores equipos del mundo, cientos de necochenses comenzaron a llegar en infinitas carvanas hacia la intersección de la Avenida 2 y la peatonal 83, donde se nucleaban los festejos más grandes, pero que no fueron los únicos.
Así como en la Villa balnearia, la gente festejó en cada plaza, en las veredas, en las calles. En Quequén,en La Dulce, en Juan N. Fernández, en Energía, en Santamarina, en Claraz, en La Negra y en cada puesto del distrito donde un televisor o una radio llevó la noticia del gran suceso, el que nos une cada tanto y nos hace recordar nuestras raíces. El que nos hace a todos iguales y nos abraza más allá de las diferencias.
Así como en Necochea, tras el triunfo de la selección ante Croacia, los hinchas tomaron las calles y los principales íconos de diferentes ciudades del país. En la Capital se vieron los vagones de subte abarrotados de simpatizantes con rumbo al Obelisco, lugar que, como en todos las victorias del equipo albiceleste, se transforma el protagonista de los festejos.
Como hormigas, miles de personas celebraron -y todavía celebran- la victoria desde antes del final del partido con bombos, redoblantes y la canción ya hecha himno por la hinchada argentina en este torneo y en la que todos se subían al estribillo: “Muchachos, ahora nos volvimos a ilusionar, quiero ganar la tercera, quiero ser campeón mundial”, gritaban las gargantas cansadas.
Pero como en el Obelisco, una vez más, las esquinas claves de los barrios porteños y de las ciudades del interior se llenaron de familias enteras ataviadas de remeras de la selección, vuvuzelas, y banderas. Horas antes del partido, un número incontable de personas se reunieron en la Plaza Intendente Seeber, en el Parque Centenario y el Parque de la Ciudad, donde el gobierno de CABA instaló pantallas gigantes para ver el partido. Voceros de la Ciudad señalaron que desde que comenzó el Mundial cerca de 200 mil almas pasaron por esos espacios.
También en las playas marplatenses se instalaron estos grandes proyectores y, como en el resto del país, los hinchas celebraron los goles de la selección. En Rosario, los simpatizantes se congregaron en el Monumento a la Bandera, como ya lo habían hecho en las anteriores victorias de la Argentina. Así, el festejo se replicó en cada rincón del país. Es que la gente nada necesitada de este tipo de alegrías. Y esas alegrías no son mérito de nadie más que de Lionel Messi y esos otros 25 guerreros que nos representan en Qatar.