

El partido era una excusa, contra un rival débil. Pero había que ganar. Y vaya si los de Scaloni cuumplieron el objetivo. La Selección argentina derrotó 7 a 0 a un inexperto Curazao en el estadio Madre de Ciudades de Santiago del Estero, en el cierre de una serie de festejos junto a los hinchas tras la consagración en el Mundial de Qatar.
El otro dato: Lionel Messi superó la barrera de los cien goles con la albiceleste. Con un hat-trick, el 55º de su carrea, el capitán llegó a los 102 tantos convertidos desde su debut en el combinado nacional. El astro argentino fue el encargado de romper el cero con una genialidad a los 20 minutos de la etapa inicial: recibió un pase rasante y fuerte cerca del punto penal, gambeteó con la zurda hacia adentro y definió cruzado de derecha, pierna con la que ya marcó una decena en el equipo de la AFA.
Descartado de la cita mundialista por lesión, Nicolás González estiró la diferencia a los 23 de cabeza, saltando en el área chica luego de un rechazo en la línea de gol de un defensor a otro testazo de Pezzella, y ayudado por un error garrafal del arquero Room, quien se llevó la camiseta de Messi de recuerdo.
Con el 2 a 0 se rompió lo poco que había de partido. Curazao siguió intentando salir de atrás con prolijidad, pero ya con los delanteros y volantes albicelestes agazapados y oliendo sangre. Entonces, Messi anotó otros dos y Enzo Fernández hizo un golazo desde afuera del área con un potente derechazo.
Con el póker terminó el primer tiempo, y el complemento estuvo de más. Casi 20 minutos de muy poco para anotar, hasta que pisaron el campo de juego, primero, De Paul y, después, Dybala y Di María. Ahí, los dirigidos por Scaloni volvieron a tener hambre de gol y fue el propio Fideo quien convirtió de penal tras un remate suyo que dio en el codo de un defensor.
El que puso cifras definitivas al encuentro no podía ser otro que Gonzalo Montiel. Como en aquella final del 18 de diciembre, cuando 47 millones se fundieron en un abrazo, el catanense cerró la gira de festejos de la Selección Argentina en su país.
Fue un monólogo de la Scaloneta, que sacó el pie del acelerador para evitar una caída más dura para el rival y se limitó a darle minutos a los futbolistas que comenzaron el encuentro en el banco de los suplentes, como al arquero Franco Armani, Juan Foyth o Exequiel Palacios.
En realidad, fue una excusa. Y una de las lindas. Fue una excusa para que los jugadores reciban de una manera organizada las muestras de cariño y afecto del interior profundo del país, luego del aplastante reconocimiento en la capital y en Asunción, donde fueron homenajeados por la Conmebol. Las muestras que merecían y que se le negaron por la inoperancia de siempre al regreso del Mundial. Esta vez salió lindo; fueron ellos los que lo lograron.