Con un contundente dominio futbolístico y una abrumadora presión en ataque, la Selección Argentina vapuleó a Polonia por la última fecha del Grupo C y clasificó a octavos de final como líder de su zona, lo que le permitió sortear a Francia en la próxima llave y enfrentar a una endeble, aunque sorpresiva, Australia, que eliminó en primer turno al favorito DInamarca.
Envuelta por un marco que pareció el de cualquier estadio del fútbol doméstico, el equipo dirigido por Lionel Scaloni puso contra las cuerdas a la escuadra europea desde el primer cuarto de hora y fueron Alexis Mac Allister y Julián Álvarez, dos que vienen desde el banco y conocieron la titularidad sorpresivamente (el primero ya había saltado en el once inicial contra México), los que cristalizaron un encuentro redondo.
Pasó mucho durante el encuentro y casi todo fue en campo de Polonia. Ahí instaló permanentemente el campamento base el conjunto liderado por Messi, muy lejos de su arco y entre un bosque de piernas, donde el capitán argentino, aunque a veces impreciso, fue el corazón de un ataque incesante.
a albiceleste supo tener paciencia, Enzo Fernández le dio fluidez, De Paul dejó hasta la última gota de sudor desde su desorden y Di María abrió el campo ayudado por la distracción continua de Molina, y con una dupla central que otra vez volvió a brindar solidez y seguridad en el fondo, cortando en el medio cada pelota que buscaba al solitario Lewandowsky.
Una Argentina que vuelve a soñar, una Argentina dominadora que pisó más el área que otras veces. En el primer tiempo Acuña pudo marcar, también Julián Álvarez, pero la opción más clara fue desde los doce pasos, una falta que el VAR y el clamor de los hinchas argentinos convirtieron en realidad. Szczesny, en su aterrizaje en busca de un balón aéreo, impactó con su guante en el rostro de Messi mientras la pelota salía inofensiva por la línea de fondo. Un penal tecnológico, de esos que antes no se cobraban y ahora se reproducen como una plaga.
En cualquier caso, el gigante arquero polaco le detuvo el lanzamiento al astro rosarino a mano cambiada y a media altura, sobre su palo izquierdo. Para entonces, diez rojiblancos vivían en un planeta y Lewandowski en otro, dos realidades antagónicas de un mismo partido: los compañeros se dedicaban a defender y él a verles desde lejos.
Sin prisa, sin caer en su habitual agonía, Argentina se hizo dueña absoluta del partido y del pase a octavos. El gol tempranero ayudó. Di María combinó con Nahuel Molina por la derecha y el centro del colchonero lo remató con las dos piernas Mac Allister hacia el gol apenas saliendo del vestuario.
Scaloni, que tiene europeizado su modelo, aprovechó el gol para domesticar el partido desde los centrocampistas. Quitó a Di María y metió a Paredes, y con ello el control de la pelota fue casi abusivo. Messi se convirtió en un apoyo sobre el que versar un juego elaborado que pronto encontró su recompensa, cuando Julián Álvarez, más listo que nadie en el área, acomodó un pase de Enzo y la clavó en el ángulo más lejano de Szczesny, quien alcanzó a rozarlo, ratificando su condición de figura única de su equipo.
Pasó la tormenta, se calmaron las aguas, remontó la situación y la Albiceleste ya está entre los mejores, un lugar que muchos llegaron a ver imposible y que con Messi, e incluso sin él, ha sido capaz de alcanzar una selección que volvió a nacer. Argentina no se fue, Argentina está en Qatar.