

El informe del organismo estadístico nacional dio cuenta de que, en términos anuales, la canasta básica total tuvo un incremento en 2022 del 100,3%, en el marco de una inflación general del 94,8 por ciento en ese mismo período. La línea de indigencia, por su lado, tuvo un avance de 103,8% el año pasado.
Los dos indicadores son decisivos para medir el impacto de la crisis económica en los indicadores sociales. Eso sucede porque la canasta básica total -que además de alimentos incluye otros ítems del gasto como indumentaria, salud, transporte o educación- determina la denominada "línea de pobreza"; es decir, los hogares con ingresos menores a la CBT son los que pasan a ser considerados pobres.
De la misma manera, la canasta alimentaria -que tiene un alcance limitado a bienes de primera necesidad- es la que configura la "línea de la indigencia": aquellas familias que no lleguen a cubrir los ingresos necesarios para adquirir la CBA conforman ese grupo.
Es importante aclarar que para la medición de ambas canastas se toman como ejemplo estadístico los consumos habituales de un hogar compuesto por cuatro integrantes (un varón de 35 años, una mujer de 31 años, un hijo de 6 años y una hija de 8 años). Sin embargo, el Indec comparte también el nivel de gastos que debe afrontar otra clase de familias para cubrir sus necesidades básicas.
Hace algunos días un estudio mensual publicado por la Dirección General de Estadísticas y Censos de Ciudad de Buenos Aires mostró que una familia tipo de Capital Federal necesitó ganar al menos $235.188,19 para ser de "clase media" en diciembre del 2022.
De acuerdo a la información publicada por Ciudad de Buenos Aires, en diciembre de 2021 pertenecían a la clase media las familias con ingresos de $118.091,18. Por tanto, en el transcurso de los 12 meses la canasta de productos y servicios consumidos por ese estrato social aumentó $117.097, lo que se traduce en un fuerte incremento porcentual del 99,15 por ciento.